Se me derriten las paredes de mi destino.
Alguna vez fui Dios
y os creé a todos
a mi imagen y semejanza,
y todos reíais
y caminabais
así como yo camino.
Y luego me destruí
pensando que también
os destruiría a vosotros.
Pero crecisteis,
y os reprodujisteis...
No tengo fuerzas para rendirme
hoy
no tengo ánimos para escalar
la mirada prejuiciosa de vuestras manos.
¿Cómo detener mi eco,
hoy?
¿Cómo suplicar
y sobre todo a quién
si soy yo la del pico y pala?
¿Alguien sabe la respuesta,
hoy?
Yo no la sé preciosa.
ResponderEliminarPero quizá esté dentro de la belleza de un poema. (suplicarle que no se nos olvide nunca)
El tuyo -en tu sonrisa y en la tinta- por ejemplo.